El perdón

Sergio Ramos regresa al Sevilla, con la sombra alargada de sus enfrentamientos del pasado con entidad y afición


Perdón, una palabra de seis letras con una larga historia detrás. Una palabra, a priori, sentida, que se dice más con el corazón que con la boca. Esta palabra, esta historia, en este caso, tiene dieciocho años. 

Es la historia de un joven canterano que deja su casa, la de toda su vida, para cumplir su sueño (a cambio de unos 27 millones de euros, el último día del mercado de fichajes). Es como el niño que deja la casa de sus padres para seguir sus metas y encontrar en otro lado los éxitos que tal vez en el calor del hogar no puede encontrar. Sin embargo, no todo el mundo está de acuerdo con las formas en las que el niño ha dejado a su familia.

Porque Sergio Ramos se marchó hace 18 años y dejó mucho dinero en las arcas del club, pero ¿qué es lo que hay detrás? El entonces presidente de la entidad, José María del Nido Benavente, siempre defendió que el jugador forzó para marcharse al Real Madrid, hasta el punto de abonar su cláusula de rescisión el último día de mercado, dejando coja una planificación que terminaría con los mayores éxitos de la historia del equipo hispalense.

En el otro lado de la historia, Sergio siempre ha defendido que su verdadero sueño era permanecer en el equipo de su vida, hasta el punto de proponer al club una renovación prácticamente vitalicia, a cambio de estar en el primer escalón salarial del club. Una declaración de amor, pero condicionada económicamente, sabedores del estatus que podría llegar a alcanzar el jugador y que terminó alcanzando con creces.

Que la afición sevillista creyera la versión del entonces presidente no ayudó al camero. Al final, las pruebas que habían eran evidentes: Sergio Ramos, canterano y con un futuro prometedor por delante, había dejado colgado al equipo de su vida en el último día de mercado. Sergio no contó su versión de los hechos, permaneció en silencio, un silencio que valía más que mil palabras y que fue su sentencia a ojos de una afición que meses antes le idolatraba.


Años, muchos años de tensión. Cada vez que Ramos ha regresado a Nervión con la camiseta blanca del Real Madrid ha sido, digamos de forma leve, increpado. Bastaba con que defendiera su inocencia, pero prefirió agachar la cabeza, hasta el día que todo explota en aquel 12 de enero de 2017, cuando tras anotar un penalti a lo 'panenka' se dirige a la grada norte del Ramón Sánchez-Pizjuán y desafía a los que un día habían sido sus aficionados. Aquel día sí se defendió, aquel “cuando se acuerdan de tu madre...”, de acuerdo con que tenía sus motivos para hacerlo, pero ese día cavó su propia tumba con el equipo de su vida.

Pero como dice Nicky Jam: “dicen que uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde, pero vale la pena luchar por lo que uno quiere y hacer el intento”. Seis años y medio después de aquel enfrentamiento, Sergio Ramos regresa a Nervión para cerrar el círculo, enterrar el hacha y cumplir su sueño, y el de su abuelo, de intentar ganar títulos con el Sevilla a sus 37 años. Un mes lleno de polémicas, de ofrecimientos, de un presidente que afirmaba hace solo quince días que “Sergio Ramos quiere volver, y yo quiero que me regalen un avión”, un vicepresidente, un director deportivo que afirman que “Sergio Ramos no encaja dentro del modelo de planificación que quiere seguir el club”. Del la negativa absoluta a un “bueno, venga vale”; así se fraguó el regreso del camero, con división de opiniones entre una afición cansada de mentiras y preocupada tras un inicio liguero que ya ha visto muy recientemente. 

Sergio Ramos, Del Nido, José Castro, Del Nido Jr, Víctor Orta... muchos peones en una partida de ajedrez que ha durado 18 años y que termina con una directiva en jaque (aunque esto viene de antes) y con un futbolista ante su oportunidad de resarcirse de todo lo ocurrido en el pasado. Ya ha pedido perdón, esa palabra de seis letras que hemos mencionado al principio, pero en esto del fútbol, el perdón no es de palabra o de corazón, el perdón, en este maravilloso deporte, se gana en el campo.

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